El primer esquema de este capítulo muestra una aproximación general por fases al procedimiento de desarrollo y gestión de una exposición, aunque siempre bajo la consideración de la realidad híbrida e interconectada de estas etapas en su práctica real.1
Se fundamenta en que una exposición no es otra cosa que el resultado de articular un propósito comunicativo concreto a través de los recursos del lenguaje museográfico. En este sentido, este esquema se distanciaría de considerar en sentido estricto como exposición a una instalación que carezca de unos propósitos comunicativos que ni se concreten ni se verifiquen.2 Por eso la estructura del esquema anterior no es muy diferente —una vez más— a la que se podría plantear para generar el producto comunicativo propio de cualquier otro lenguaje.
Se parte de que una exposición emplea dos tipos de gestión complementarios entre sí: la gestión estratégica (parte sombreada en forma de «u» en el esquema) y la gestión ejecutiva (resto).
El panel estratégico del proyecto, formado por un equipo de directivos o consultores, fija los objetivos comunicativos de la exposición en función de las necesidades —y/o expectativas— de los destinatarios y también de los resultados de las labores de evaluación realizadas sobre la exposición cuando se abre al público, en un bucle de retorno que permite la plena participación de los beneficiarios en diferentes modos. En las exposiciones con propósitos educativos, este tipo de consideraciones normalmente serán las que primen en este proceso estratégico.
Ya en el plano de la gestión ejecutiva, de los objetivos comunicativos emanan los mensajes a transmitir —que pueden ser varios para cada objetivo— y en los que se integran las labores de comisariado, las cuales recurren a los asesores de contenido expertos en el contenido de cada temática.
Tras una clara definición de los mensajes rigurosamente determinados, se abordan una serie de fases consecutivas. La primera de ellas es nuclear y se denomina lenguaje museográfico: en ella y a partir de cada mensaje, se definen una serie de conceptos clave muy concisos que, oportunamente engarzados en una narrativa, serán convertidos en soluciones museográficas bien definidas haciendo uso de los cuatro recursos del lenguaje museográfico basados en la tangibilidad (en primera instancia y de modo prioritario), y también de los recursos auxiliares del lenguaje del lenguaje museográfico (en última instancia y de modo complementario). Esta labor puede conllevar —y es recomendable que así sea— una amplia tarea de investigación y desarrollo en la conceptualización de soluciones museográficas adecuadas e innovadoras (I+D+i museístico).
El total de las soluciones museográficas, articula un exhaustivo documento denominado guión. Este documento alimenta las siguientes fases de diseño y de producción de los diferentes elementos museísticos anteriormente determinados. Se considera que, en todos los casos, la realización efectiva de las diferentes soluciones museográficas precisará de una fase de definición constructiva (diseño) y de otra fase de realización propiamente dicha del producto final (producción), aunque frecuentemente ambas fases sean desempeñadas por los mismos actores. La flecha de conexión entre las soluciones museográficas y las labores de diseño es de doble sentido, debido a la especial interdependencia mutua de estas fases. De modo análogo, conectado y en paralelo a lo anterior, también deben abordarse las fases de diseño y producción del espacio expositivo como continente, aunque en este caso es más habitual que estas dos fases se realicen por parte de profesionales diferentes.
Lo anterior da como resultado la exposición, que es el producto propio del lenguaje museográfico. La última de las fases se denomina evaluación, y, como se ha comentado, se verifica cuando la exposición ya ha sido abierta al público, a fin de realimentar la labor estratégica del panel con datos concretos, de modo que sea posible asegurar la transmisión de los mensajes pretendidos. De este modo todo el sistema se reajusta regularmente en un círculo virtuoso de optimización continua, basado en una apuesta determinada por el concepto de participación del visitante, entendido aquí en su máxima expresión.
El esquema anterior no observa otros aspectos que deben ser tenidos en cuenta desde el principio de un proyecto expositivo y que exceden los objetivos de este texto, tal y como la adecuada reutilización o reciclaje de los elementos de la exposición al final de su vida útil.
Para la realización práctica del guión museográfico de una exposición puede emplearse un esquema similar a este. Puede estar configurado en una aplicación tal y como excel y trabajado en un formato tipo Din A3 apaisado, pudiendo ser útil elaborar uno de estos esquemas por cada uno de los ámbitos que se describa para la exposición. Naturalmente este cuadro sería adaptable a cada caso y necesidad.
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- De hecho, uno de los retos pendientes del sector de museos es justamente fomento del diálogo interdepartamental a nivel interno.
- No obstante, es bien cierto que es posible emplear un lenguaje en vacío para no comunicar nada, regodeándose sólo en sus aspectos formales. Por ejemplo: cuando eso sucede en el lenguaje hablado se le denomina vaniloquio.