El lenguaje museográfico no sólo se emplea en el ámbito del museo1Esto en realidad no es nada extraño: el lenguaje musical seguramente tiene un espacio característico en un gran auditorio de excelente acústica, pero eso no impide que este lenguaje aflore con la misma efectividad en el susurrar de la melodía de una nana entonada por una madre a su bebé.
En este mismo orden de cosas, es posible emplear el lenguaje escrito para escribir un best-seller con un propósito lucrativo, o también emplearlo para expresar gratitud en la nota de un ramo de flores. Análogamente, el lenguaje museográfico puede ponerse a disposición de todo tipo de objetivos de comunicación, lo cual apunta apasionantes perspectivas de futuro que hoy en día ya van tomando forma concreta, aunque todavía no siempre de modo explícito.
Como todos los lenguajes, el lenguaje museográfico puede emplearse para infinidad de propósitos comunicativos y en diferentes ámbitos, y no sólo en el contexto formativo y educativo que es habitual del museo, como espacio propio o típico del lenguaje museográfico.
En la foto anterior, una gran superficie dedicada a artículos deportivos exhibe unos balones de fútbol en particular recortados y abiertos, a fin de comunicar su morfología interna al cliente, quien puede así observarlos, tocarlos y probarlos plena y libremente. Para este mismo propósito se podía haber mostrado un esquema gráfico, una foto o un breve video, pero la empresa ha juzgado que la comunicación sería más efectiva empleando el objeto y el fenómeno tangibles y presentados, en este caso con el legítimo fin comercial de vender esos tipos de balón.
Hay muchas formas de mostrar la mercancía al cliente cuando de muebles se trata. Presentarlos tal y como son (foto anterior), contextualizados en amplias escenografías de diferentes espacios domésticos, permiten al cliente un detallado, próximo y relajado contacto físico y emocional con los muebles —y además se fomenta la conversación acerca de ellos con los compañeros de visita—. Esta dinámica parece ser de lo más efectiva, a juzgar por la sostenida inversión que una empresa sueca ha hecho en este sentido. Algo parecido podría decirse de los coloridos puestos de pescado o de verduras propios de algunos mercados de abastos.
En el apartado de colchones de unos grandes almacenes es posible disponer libremente de una muestra de la estructura de cierto modelo de colchón, muestra que es susceptible de ser tocada y probada por los compradores potenciales con las propias manos. De este modo es posible comprender la composición de muelles y tejidos del colchón, y comprobar su elasticidad y suavidad. Alguien con intención de vender colchones ha pensado que cosas tales como fotos o videos no serían tan efectivos a la hora de comunicar las virtudes de su producto como empleando la potencia del objeto tangible combinado con el fenómeno presentado.
Se trata ahora de ofrecer un zumo de naranja puro al cien por cien, de modo que el consumidor no albergue duda alguna de su frescura y origen natural. La máquina exprimidora de naranjas a demanda y a la vista, permite al consumidor seguir con toda transparencia cómo éstas son exprimidas en ese mismo instante para él. Presenciar el cliente el objeto (las naranjas) combinado con el fenómeno (exprimido de naranjas), en tiempo real y de modo inmediato (no mediado), comunica en este caso la frescura inapelable y evidente del zumo resultante, configurando un ejemplo de las capacidades del lenguaje museográfico de especial belleza. Otras formas de comunicar cómo se ha obtenido el zumo, no ofrecerían la intensa eficacia comunicativa inherente a aquello que se presenta y no se representa.
La foto anterior corresponde al caso real del empleado de mantenimiento de una piscina. Harto de que los usuarios con el cabello largo no observaran la norma de usar gorro de baño a fin de evitar que se atascara el filtro, decidió exhibir —justo al lado de la piscina— el filtro real de la piscina totalmente saturado de cabellos enredados, junto a un pequeño rótulo que explicaba lo que era aquella pieza. La visión del filtro sucio no solo impresionó a los usuarios de la piscina, sino que generó una intensa conversación entre ellos. Puede que haya quien crea que hubiera bastado con ubicar algo así como una buena foto del filtro —y no el propio filtro— para conseguir el mismo resultado comunicativo, pero desde este texto se sostiene que el efecto no hubiese sido el mismo. Cabe imaginar si existe mejor forma de comunicar la importancia de usar gorro de baño en una piscina que empleando los recursos propios del lenguaje museográfico, en este caso.
Actualmente, ciertos establecimientos dedicados a la restauración o al ocio, tal y como ciertas pizzerías, pubs británicos o parques de atracciones, emplean el recurso de la escenografía propio del lenguaje museográfico, combinando sobre todo modelos e incluso piezas reales, en ocasiones manteniendo gran rigor histórico. En estos procesos —que a menudo se denominan tematizaciones—, la reproducción de entornos reales no sólo es habitable, sino que se convierte en el espacio propio de la prestación del servicio, suponiendo un activo envolvente o inmersivo que mejora la experiencia de consumo de los clientes.
Una de las experiencias escolares más memorables del autor tiene que ver con uno de sus maestros de primera enseñanza, el Sr. Lamigueiro. Este profesor, de motu proprio y de vez en cuando, traía al aula algún objeto que les resultase especial o incluso misterioso a los alumnos, algo que en los años 70 era particularmente fácil de conseguir. El objeto en cuestión —por ejemplo un pistón de motor de coche averiado por falta de engrase— pasaba de mano en mano entre los alumnos, mientras el profesor interpelaba a todos acerca de qué era el objeto en cuestión, dándose lugar a un interesante debate.
En estos años también proliferaban en las aulas, durante los meses de primavera, las cajas de zapatos con gusanos de seda. Los gusanos nacían ínfimos de sus huevos, comían morera vorazmente durante algunas semanas, construían hilo a hilo sus capullos de seda de los que nacían mariposas, las cuales ponían nuevamente huevos antes de morir. Aquella caja de zapatos con la tapa agujereada, puede que fuera la «exposición» más pequeña que haya existido, pero a la vez una de las más exhaustivas en objetos y fenómenos reales y tangibles. Son ejemplos del lenguaje museográfico en el ámbito escolar, contexto en el que este lenguaje tiene un enorme recorrido aún por explorar.
El lenguaje museográfico se encuentra en un momento incipiente todavía a pesar de las apariencias, pero su aplicación a infinidad de propósitos comunicativos apunta un brillante futuro de excitantes perspectivas y potencial. Esto seguramente pasará por reconocer explícitamente el lenguaje museográfico como un lenguaje de pleno derecho más, al servicio de cualquier propósito comunicativo o mensaje a transmitir, y también por ofrecer una formación adecuada para su uso eficiente.
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