Buenos días, Guillermo.

Mi felicitación entusiasta por este nuevo libro.

Es magnífico y bien puede aplicarse ese criterio de que la brevedad realza su bondad y belleza.

Creo que, en este caso, el título es central. Especialmente importante porque atraviesa todo el texto. Tu libro apunta a lo esencial, a hablar, pero no sólo como hacemos habitualmente, ni tampoco con ecuaciones, con simulaciones, con olores, con miradas, con experiencias de «objetos» y de «fenómenos», sino de un modo que, compartiendo aspectos comunes con otros lenguajes, es singular, propio de lo que supone la transmisión de algo ligado al museo científico.

El ejemplo del ajedrez (un juego que me encanta) me parece muy pertinente. Hay mucho por hacer, partiendo de lo aparentemente escaso.

Tu libro es importante porque no sólo es una reflexión, sino una propuesta de futuro. ¿Qué es un museo? Podríamos decir, desde tu enfoque que un museo es algo que habla. Eso sí, lo hace a su modo, por construir en buena medida, mediante un lenguaje propio, aunque tome elementos del verbal, visual, técnico, etc.

Se trataría ahora de avanzar en ese estudio «lingüístico», que supone sostener una conversación muy especial, una didáctica y, sobre todo, un estímulo. ¿Por qué no imaginar un museo «propio», un museo en casa? En su día me llamaron mucho la atención los experimentos que recogía Investigación y Ciencia en «Taller y Laboratorio». En concreto, no sé si fue ahí o en otro lugar, recogí esta «moderna» construcción de un microscopio a lo Leeuvenhoek: https://www.cienciafacil.com/1microsesfera.html

El lenguaje museográfico se nos muestra en tu libro como claramente distinto a otros relacionados, incluyendo el de la divulgación científica en libros, videos documentales o «applets». Supone una apuesta por el pensamiento creativo. Quizá el penoso momento que atravesamos, con la pandemia haciendo brillar en exceso (a veces literalmente) la «bondad» de los recursos telemáticos, sea un tiempo propicio para parar y pensar sobre el interés (en el sentido auténtico de la palabra) de la ciencia y de la transmisión de lo que supone en su método y resultados, en sus objetos y fenómenos.

No pretendo con lo anterior hacer una reseña en absoluto; sólo mostrar lo que más me ha impactado a mí del libro. En realidad, el lenguaje museográfico es eso, un lenguaje para mí, para el otro, para cada uno, un «cada uno» que puede fluctuar incluso biográficamente. Un lenguaje que ha de vérselas, de jugar en el sentido de Huizinga con la receptividad y sensibilidad de cada cual. También aquí el ejemplo de tocar un meteorito es muy claro.

Enhorabuena, pues, por un libro magnífico y que presiento inaugural.

Un fuerte abrazo

Javier.

Ir arriba