Se propone a continuación una clasificación de los dos activos del lenguaje museográfico (objetos y fenómenos reales) en función de tres criterios: su disponibilidad (únicos o múltiples), su complejidad estructural (unicapa y multicapa) y su situación física (contextualizados o exentos).
Únicos o múltiples.
Ciertos objetos o fenómenos [la Piedra de Rosseta, por poner un ejemplo de objeto; o el largo eco del Mausoleo Hamilton en Escocia por poner un ejemplo de fenómeno] son únicos como tales y en su categoría, y por ello son especialmente valiosos, atractivos e incluso pueden estar protegidos. Cuando se emplean en el ámbito del lenguaje museográfico, ostentan una alta representatividad de sí mismos y en algunos casos son especialmente venerados. Podría decirse que la unicidad de un objeto o de un fenómeno es un atributo que dota de especial relevancia a un objeto o a un fenómeno1
Otro tipo de objetos o fenómenos no son únicos —en el sentido de que existen otros objetos o fenómenos que son muy similares a ellos y completamente equivalentes museísticamente hablando—, pero ostentan todo el significado y capacidad comunicativa en el ámbito de una exposición. En el entorno de un museo de ciencia este sería el caso de un coprolito o de la concha de un nautilus (objetos), o bien de una delgada capa de agua congelándose en multitud de afilados cristales (fenómeno). En este caso su importancia se basa en los activos que aportan en el contexto de un proceso narrativo propio del lenguaje museográfico, y no tanto en lo que son en sí mismos.
Unicapa o multicapa.
Objetos y fenómenos pueden tener diversos planos de percepción sensorial. De un bifaz del Paleolítico puede decirse que es un objeto unicapa desde el punto de vista museístico, en el sentido de que su aspecto externo o corteza exterior normalmente permitirá colmar cualquier propósito comunicativo relacionado con ese objeto. No obstante, una tablet es un objeto multicapa en el contexto del museo, ya que ofrece muchos planos de percepción espacial posibles en función de los propósitos comunicativos pretendidos; de hecho su aspecto externo es probablemente una de las capas menos significativa de lo que una tablet es y hace en realidad. Huelga decir que la vitrina, como elemento tradicional del museo o exposición, debería emplearse idealmente sólo con objetos unicapa, siendo que los objetos multicapa —ya sean piezas o modelos desde el punto de vista museográfico— deberían ser exhibidos considerando otros medios además de las vitrinas, o cuando menos oportunamente desmontados o físicamente abiertos, permitiendo así una aproximación espacial adecuada o progresiva
a cada objetivo comunicativo2
Aunque quizá no resulte tan intuitivo, en los fenómenos también pueden identificarse capas de percepción sensorial, aunque en este caso en función de su evolución en el tiempo más que en el espacio. El efecto visual del esfumado renacentista podría identificarse como un caso de fenómeno unicapa, en el sentido de que, como manifestación relacionada con la percepción visual humana, es invariable una vez se manifiesta. No obstante, la creación de pompas y láminas de jabón en un espacio museístico de ciencia sería un caso de fenómeno multicapa, ya que el diálogo experimental con pompas de jabón se diversifica en infinidad de trayectorias fenomenológicas posibles que progresan en el tiempo en diferentes modos3
Contextualizados o exentos.
Tanto los objetos como los fenómenos que han sido seleccionados para formar parte de una exposición o museo, de algún modo han sido extraídos —y en cierto sentido también descontextualizados— de sus entornos originales
o propios, a fin de hacerlos físicamente accesibles al visitante en el marco de una exposición explícitamente creada.4Pero también objetos y fenómenos pueden mantenerse en sus espacios originales, de modo que lo que se desplaza en esta ocasión es el visitante, como sucede, por ejemplo, en el caso de los parques arqueológicos, de ciertos edificios o pueblos históricos o de diversos parques naturales.5
Desde el punto de vista del lenguaje museográfico no hay diferencia cualitativa en ambos casos, al margen de las exigencias inherentes a la ubicación espacial. De este modo, todo lo que se diga para la exposición como producto propio del lenguaje museográfico, puede servir para la interpretación museística de un espacio preexistente en el que ya había objetos y fenómenos de interés (en este caso sobre todo piezas y demostraciones)6. La única diferencia es que en el primer caso se crea un entorno a medida de unos objetivos comunicativos previos para colmarlos mediante los recursos del lenguaje museográfico —la exposición—, mientras que en el segundo caso se analiza un espacio preexistente en base a identificar aquellos objetivos comunicativos que puede colmar empleando los recursos del lenguaje museográfico que ya preexisten en ese espacio. Es fácil comprender que esta consideración abre, una vez más, las puertas del uso del lenguaje museográfico a todo contexto en el que existan objetos y fenómenos reales que se pongan a disposición de un mensaje a comunicar.7
El museo corporativo —museo de empresa— basa su relevancia precisamente en el potencial de los objetos y fenómenos contextualizados: quizá no se justifique el esfuerzo de crear un museo o exposición dedicados al mundo del vino si se puede visitar las instalaciones de una experta bodega existente que ofrezca una buena interpretación museográfica de sus cultivos, instalaciones, procedimientos y activos.
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- Y también introduce una serie de derivadas económicas o turísticas.
- Deconstruidos se dice a veces.
- Por ejemplo: las bellas irisaciones de color de las láminas jabonosas dependen del espesor de la lámina, el cual se reduce a medida que pasan los segundos debido a la gravedad o a la evaporación. Inicialmente, una lámina jabonosa saludable y relativamente gruesa es incolora o azul verdosa. A medida que adelgaza —y con ello va pereciendo— pasa a adquirir tonos magenta,
amarillos y, finalmente negros, cuando la lámina es ya muy tenue y está a punto de estallar. - Y en ocasiones también para protegerlos y conservarlos, como es una de las funciones tradicionales del museo.
- No confundir con ciertos museos o exposiciones creados deliberadamente a la intemperie, típicamente de arte contemporáneo.
- Ver el próximo apartado dedicado a los recursos del lenguaje museográfico.
- Musealizar se correspondería, por tanto, con la tarea de articular un producto comunicativo a partir de objetos y fenómenos preexistentes en un espacio determinado, identificándolos en este caso como recursos del lenguaje museográfico.